En 1954, Ricardo Balbín asistió a la apertura del Congreso
de la Juventud Radical de la Prov. de Buenso Aires, realizado en la localidad
de Lobos. En ese entonces era presidente del comité provincial,
allí dijo:
"Antes que nosotros,
en la ubicación de los años están los que vienen
de las luchas grandes, anteriores a 1930. En nosotros, puede decirse,
está la generación que luego de aquella fecha, vinculada
a un desgraciado episodio argentino, se brindó al esfuerzo duro
y áspero de enfrentar a una dictadura, cuyos titulares sacaron
sin responsabilidad a la Nación del cauce constitucional para encallarla
en una era de fraude, que, al disminuir al ciudadano, fue forjando las
posibilidades del actual régimen, que en definitiva no es otra
cosa que el aprovechamiento de un pueblo detenido en su evolución
y decepcionado por el abuso de quienes, luego con distinta máscara,
lo utilizan para una aventura de esperanzas y para oprimirlo después
en forma tal que lo aniquilan, malogrando sus fundamentales esencias y
derrotando el aliento de sus ideas creadoras.
En ese medio y en ese ambiente, una juventud ilusionada dentro del radicalismo,
para servir mejor a la Nación, resistió con tenacidad manteniendo
la bandera de las ideas y los principios que ennoblecen al hombre y prestigian
las instituciones de la democracia.
Su esfuerzo ha hecho posible la vigencia de lo radical en Argentina, y
el eslabonamiento que define nuestra permanencia en el quehacer argentino.
Es verdad que no pudo cumplir la aspiración mayor de construir
desde las esferas realizadoras del gobierno, pero tuvo la capacidad moral
de luchar y resistir gobernando desde un llano de adversidades, las ideas
rectoras de lo histórico argentino y de custodiar el pensamiento
revolucionario que el radicalismo no renuncia a realizar en el país,
aún cuando en el tiempo han sido frustrados sus propósitos,
y no renuncia, en razón de que sus postulados no los elabora para
una época, sino para un estilo de vida, donde el hombre y los pueblos
sean expresión de respeto y de solidaridad.
En el acontecer de hoy, sólo han cambiado los nombres de los hombres
al servicio de la regresión, y se ha perfeccionado el sistema de
la intimidación, del castigo y del sobomo, pero la lucha es la
misma y la finalidad igual.
De ello se deduce la necesidad de bregar sin descanso contra el régimen,
animados por el íntimo propósito de alcanzar su derrota
y la obligación de superar el pensamiento para las mejores y más
útiles realizaciones, cuidando de no desnaturalizar las ideas fundamentales
que dieron origen y principio a nuestro partido; prestigio tal que la
afiliación y su ejercicio crea un estado de plenitud en la responsabilidad
que enorgullece, dignifica y hace feliz. "
En el Congreso, que deliberó durante los días 10 y 11 de
abril, y en la oportunidad del discurso de inauguración, pronunciando
por Balbín, insistió en el propósito liberador: "Argentina
ha debido pagar este tributo de dolor en la lucha de siempre por la liberación
del hombre. Lo han pagado otros pueblos, en mayor tiempo y peores desgracias,
pero está demostrado que el sufrimiento de la humanidad en otro
sitio y la vida malograda de otros hombres de nada sirven para proteger
a otros pueblos de igual deformación." La Juventud Radical,
con el estímulo de sus mayores y su propia fuerza revolucionaria,
común a todas las épocas, aprobó declaraciones de
repudio al régimen y a la ley 14.222, que reglamentaba la inversión
de los capitales extranjeros en el país, ratificando la posición
de la Unión Cívica Radical, establecida en su plataforma.
También reafirmó el sentimiento y la voluntad americanista
de la Unión Cívica Radical al aprobar una ponencia que manifestaba
la aspiración unánime de la Juventud, de promover la unidad
latinoamericana, y al aprobar una declaración con respecto a Guatemala,
repudiando toda forma de colonialismo en América.
Balbín tenía la costumbre de concurrir a todos los congresos
especiales del radicalismo: los de la juventud, los de la mujer, los congresos
agrarios o gremiales u otros temas. En los de la Juventud acostumbraba
a pronunciar el discurso de inauguración. De tal modo, sus palabras
operaban como una orientación que enfervorizaba a los jóvenes
y actuaban en consecuencia; y en el caso de los más exaltados,
servían para ubicarlos en un justo equilibrio, sin los desbordes
que caracteriza al accionar propio de la barbarie política, lo
que muchos años después habría de designarse, en
la jerga política, como "canibalismo".
En el juego pendular de la represión política y nunca en
un clima de libertad y democracia, Ricardo Balbín podía
mostrarse ostensiblemente, aunque el mecanismo de prohibiciones y sanciones,
secretas o no secretas, fuera constante y parejo. Pocos años atrás
había tenido un largo peregrinaje por casas de amigos y diversos
lugares para evitar su detención, no porque estuviese prófugo
sino porque había que "cuerpear" o "culebrear" al aparato oficial.
LA DOCTRINA RADICAL ACOMPAÑÓ A LA ACCIÓN
Aunque en un marco de ineluctable oposición, la UCR y Ricardo Balbín,
fortificaron su acendrada pasión por la libertad, sin relegar los
aspectos doctrinarios y programáticos del pasado. Esa doctrina
fue confirmada en lo esencial y renovada y actualizada en lo accidental,
por conducto del sistema de convenciones y congresos, nacionales, provinciales
y sectoriales. Después de la Convención Nacional de 1951
se realizaron otras. Gabriel del Mazo cita en "El radicalismo"
que en 1952, entre los días 5 y 8 de diciembre se realizó
una Convención con los resultados que siguen:
a) La declaración política exhorta a la movilización
patriótica de todas las energías del pueblo argentino para
la defensa y la recuperación de las libertades abolidas, que son
consustanciales con el origen y sentido de la nacionalidad, adelantando
que las autoridades partidarias organizarían esta movilización
en un esfuerzo pernanente y combativo, que mantenga vivo y actuante al
espíritu de la resistencia popular y señale las soluciones
creadoras de la UCR para la construcción del futuro argentino.
(Esta declaración política se basaba en un mensaje del Comité
Nacional, que Ricardo Balbín integraba como delegado por la provincia
de Buenos Aires.)
b) La declaración sobre economía establece que la UCR luchará
por la emancipación e integración económicas, mediante
la industrialización, la autosuficiencia energética, el
fortalecimiento de nuestras incipientes industrias pesada y química,
que pernitan aportar los abastos esenciales para la transformación
industrial y el mejoramiento agrario. Determina que bregará por
una política comercial que amplíe el consumo interno con
móviles sociales, y el de los mercados externos con vistas a la
extensión del intercambio, y de modo preferente, a la interrelación
con las economías de los pueblos hermanos. Denuncia la crisis energética,
ratificando la decisión de la UCR de cumplir con una política
que asuma la magnitud de una empresa fundamental para la integración
nacional, basado en la nacionalización de yacimientos petrolíferos
y su monopolio fiscal, que fueron frustrados por los sucesos de 1930 y
todos los gobiernos que sucedieron a Yrigoyen; la explotación exhaustiva
del potencial hidroeléctrico y la utilización racional de
las fuentes perecederas de energía, conforme a un plan que independice
al país del combustible extranjero y provea a nuestras actividades
de la energía indispensable para el progreso y el bienestar de
la Nación.
c) En materia social, se pronuncia por la prescindencia política
(partidista) en las organizaciones obreras, pues esto da más fuerza
a las mismas; contra la utilización del sindicalismo para fines
distintos a los de su constitución. Afirma que sólo la libertad
sindical, la autonomía gremial y el pleno reconocimiento del derecho
de huelga darán las condiciones necesarias para el desarrollo y
el fortalecimiento de una poderosa organización de trabajadores
y la integración de su actividad creadora en el proceso histórico
nacional. Se manifiesta la UCR por un seguro social universal y obligatorio
y un régimen de jubilaciones y pensiones sobre la base de un monto
vital móvil para la determinación del haber jubilatorio
mínimo. La Convención se solidarizó con los trabajadores
y repudió una vez más la ley de residencia. Recomendó
a los legisladores radicales que proyectaran un régimen que reprimiera
el enriquecimiento ilícito de los funcionarios públicos
y de los dirigentes sindicales, leyes que aseguran la estabilidad de todos
los empleados públicos y los procedimientos de su nombramiento,
promoción y remoción, con derecho al cobro de indemnizaciones
por cesantía injusta.
d) En lo tocante a cultura, afirma que el radicalismo fue la fuerza positiva
y política que interpretó en profundidad el programa revolucionario
de la Refonna Universitaria al servicio de la causa de América
y que ella ha sido desplazada de las altas casas de estudio con el propósito
de quebrar la educación hasta su último estadio y convertirla
en instrumento del régimen. Declaró la Convención
que el destino de Indoamérica está íntimamente ligado
a la lucha por los postulados de la Reforma, que bregó en forma
generosa por la suerte del continente, y finalmente: "El radicalismo
fiel a su doctrina y a su destino histórico, sigue consustanciado
con su programa y reafirma su decisión de lucha para servir a esta
auténtica revolución americana".
Más tarde, el 25 de abril de 1953, se reunió nuevamente
la Convención Nacional de la Unión Cívica Radical,
que reafirmó los postulados básicos del partido, condenó
al régimen, antepuso los principios de la libertad y la dignidad
de la persona y ratificó -como lo hizo la Convención de
1952- que las representaciones públicas de la UCR permanecerían
en sus funciones para enjuiciar la índole antiargentina del régimen
y sus transgresiones morales e institucionales.
Puede advertirse en los documentos de la Unión Cívica Radical
que había sustentado un concepto de desarrollo pleno, integrado
con los aspectos materiales de la vida humana, como así también
los espirituales, morales y culturales, cimentados en la idiosincrasia
argentina e indoamericana, en la justicia social consiguientemente y en
los derechos humanos.
Fue una característica sostenida en la línea histórica
del radicalismo genuino, afectado en algunos casos por desviaciones y
alteraciones causantes de desmembramientos o enervamientos peligrosos.
Los radicales encontraron en Ricardo Balbín a un continuador del
pensamiento originario y un comportamiento ajustado armoniosa y equilibradamente
dentro de las diversas realidades, sin abandono de los principios fundacionales,
pues toda doctrina reconoce elementos esenciales, inmarcesibles e irrenunciables
y elementos accidentales, variables con las circunstancias.
Inmersos los radicales en un clima persecutorio y represivo, se realizaron
varios congresos, como el segundo del Movimiento de Intransigencia y Renovación
y los especiales nacionales y regionales (agrarios, femeninos, municipales,
gremiales y de la juventud). Se desarrolló y modificó la
normativa interna y los lineamientos generales sancionados por las Convenciones,
verdaderos programas de gobierno. Los radicales se fortalecían
y ganaban especificidad sus principios con las conclusiones de esos congresos,
enriquecidos además con las declaraciones consecuentes de los organismos
partidarios, el Comité Nacional y especialmente los comités
provinciales. La Convención Nacional del 14 de febrero de 1954
fue la que eligió candidato a Crisólogo Larralde para la
vicepresidencia de la Nación, luego de la lamentable pérdida
de Moisés Lebensohn, fallecido el 13 de junio de 1953. Y otra vez
Uzal, desde la cárcel, con sus versos, como homenaje:
"Y aunque a la cruda realidad despierto, lo sé pero no creo
que sea cierto: al fecundo chocar de las ideas,
como un orfebre que a su pieza labra, la exquisita fluidez de tu palabra
modelará futuras asambleas."
EL 30 Y EL 55
¿ Pueden ser válidamente rotuladas por igual las "revoluciones"
de 1930 y de 1955 como "golpes de Estado"? ¿Fue la primera
un golpe y la segunda una verdadera revolución? ¿Qué
diferencias y similitudes pueden señalarse? Félix Luna contesta
estos interrogantes con un artículo publicado en 'Vigencia",
en septiembre de 1979:
"Cada una de las revoluciones cambiaron la vida del país.
Se asemejaron en que los gobiernos derrocados tenían indiscutible
contenido popular y sus titulares fueron líderes que tiñeron
con sus personalidades las respectivas épocas de actuación.
La vigencia de sus líderes, Yrigoyen y Perón, estaba gravemente
deteriorada. En ambos casos el derrocamiento se hizo con relativa facilidad
y con escasos efectivos militares, jugando la obstinada decisión
de Uriburu y de Lonardi un papel determinante del éxito.
Se diferenciaron, en cambio, en que el gobierno de Yrigoyen se signó
por una atmósfera de irrestricta libertad de expresión;
no cometió errores espectaculares. En 1930 existía otra
salida distinta, como lo reconocieron la totalidad de dirigentes de la
oposición. Perón cerró toda posibilidad de rectificación,
pero en 1930, había remedios y de índole constitucional:
el Presidente había delegado el mando, se habían suspendido
las elecciones cuestionadas de San Juan y Mendoza y se gestionaba la formación
de un gabinete que diera satisfacción a una opinión pública
que exigía más dinamismo y autonomía a un gobierno
frenado por su excesiva devoción al anciano caudillo que lo presidía.
Pero lo lamentable -termina Luna- es que ambos movimientos intentaron
anular todos los saldos de los regímenes que habían derrocado,
sin discriminar lo que en ellos había de positivo".
En realidad, estas reflexiones de Luna merecen análisis y, del
mismo, en ese caso, surgirían otras semejanzas y diferencias, como
también observaciones no menos interesantes, ya sea para contestar
o para corroborar sus asertos. Ineludiblemente, encontraríamos
gran cúmulo de opiniones, suficientes para una muy grande e interminable
polémica. Aunque un tanto parcializada y sobredimensionada, la
opinión de Raúl Scalabrini Ortiz, luego de hacer recuento
de las causas de la revolución del 55, alegadas por distintos opinantes,
agregó: "Pero lo que a nadie se le había ocurrido es
que la revolución pudiera tener por causa la prosperidad del país,
que iba camino de abastecer por sí mismo sus necesidades indispensables",
como sostuvo en "Qué", el 2 de marzo de 1957. Citó
el artículo de "Jours de France", donde se señalaba
la industrialización argentina y la hostilidad británica
de cuya dependencia se desligaba Perón, como causas de la revolución.
Al final, la falta de estimación de las aristas positivas de los
grandes movimientos populares fue valladar para el progreso de la Nación.
En mi opinión, esto último es lo que muchos años
después del hondo desencuentro pudieron ver Perón y Balbín,
que crearon las condiciones de la convivencia y la reordenación
de los factores del progreso, el bienestar, la paz y la libertad, frustrados
por la muerte de ambos, al menos en cierta instancia de la historia reciente.
Después del 30 y después del 55 se ahondaron las diferencias
internas en la UCR. Luego del derrocamiento de Perón, en 1955,
la vida política de la Argentina experimentó cambios significativos
y también en el radicalismo, donde se agitaban las discrepancias,
se diferenciaban las metodologías y se distanciaban los pensamientos.
Se polarizaron las fuerzas, encabezadas por Arturo Frondizi, por un lado,
y por Ricardo Balbín, por el otro, hasta que en 1956 se dividió
el partido en la Convención Nacional de Tucumán, con la
ausencia de los convencionales que apoyan a Ricardo Balbín y de
los unionistas. Sobre el Ricardo Balbín de esos días consignó
un periodista: "Balbín no se siente derrotado, pero vive la
angustia de ver a una agrupación dividida. Es imposible olvidar
su figura, caminando solitario por las calles de la capital tucumana,
con su invariable traje arrugado, cabizbajo, profundamente emocionado".
Lo real es que ese era su modo, posiblemente melancólico. En sus
mejores momentos también lo habíamos visto aislándose
en la multitud o debajo de la copa de un árbol, en la quinta donde
almorzábamos, como Vinoba, sucesor de Gandhi, en la India, o caminaba
adelante por las veredas, cuando se trasladaba a cortas distancias de
la ciudad. Abandonaba el itinerario, a punto de ingresar al Comité
de la Provincia, para saludarme, como un gesto afectuoso, ya que yo me
había aislado de los grupos de correligionarios que lo esperaban
en la entrada y pasillo de Moreno 2480, la vieja casa metida en el corazón
de quienes en aquel tiempo éramos militantes de la juventud radical.