"Para mí el Radicalismo sigue siendo
lo más serio que hemos tenido los argentinos, lo más honesto".
ERNESTO SABATO, en entrevista
a Revista Veintidós, 22 - 6 - 2000, pág.39
Radicalismo
El propio
nombre de la Unión Cívica Radical cifra mejor que toda otra
fórmula, cuanto debe ser la norma de nuestro partido.
UNIÓN,
quiere decir organización, disciplina, jerarquía, concordia
y solidaridad.
CÍVICA,
quiere decir ideal patriótico, desinterés personal y conciencia
histórica.
RADICAL,
quiere decir milicia intransigente y programa de hondas reformas democráticas.
Por
consiguiente, no sirve bien a la Unión Cívica Radical, aunque
la invoque con fervor, el afiliado que ignora el significado de esas palabras
o el que olvidándolo, falsea su divisa de Unión
en cismas irreflexivos, y de Civismo en impaciencias utilitarias,
y de Radicalismo en transacciones oportunistas.
"No
es el Radicalismo un simple partido, como no pudo serlo el gran ideal
congregante que reunió a los grandes patriotas que fundaron Nuestra
Nación y las Naciones hermanas en la lucha por la Independencia.
Es una fuerza de la Historia Nacional y continental que concibe la República
como idea moral y que brega por darle constitucionalidad a la independencia,
por dar a la Nación bases firmes, morales, espirituales, políticas
para su desarrollo auténtico. Su programa es una suma de programas
y una contínua lucha principista que aspira introducir la autoridad
moral en el sistema de la política con la preocupación,
ante todo, del alma del hombre argentino.
Gabriel
Del Mazo 'El radicalismo, ensayo sobre su historia
y doctrina', Bs As, Gure. 1957.
1933 - 3 de Julio - 2003: 70
años del fallecimiento de Hipólito Yrigoyen
"Tenemos
los radicales una historia de un siglo, a la que hemos de recurrir
no para alimentar un necio triunfalismo, pero si para darnos cuenta
humilde y realista, que cien años de inclaudicable conducta
cívica son muchos en la vida de un pueblo con algo más
de centuria y media de libertad política. No cae tan fácil
un árbol con raíces tan viejas y profundas".
RAÚL ALFONSÍN.
LOS RADICALES
Por Félix Luna
Tener un partido como la UCR es un lujo. Ningún país
de América latina y muy pocos en el mundo pueden jactarse de
contar, dentro de su espectro político, con un partido cuya
antigüedad de más de cien años exhiba una continuidad
tan impresionante. Una fuerza así, que ha sido mayoritaria
otrora y todavía atesora un significativo caudal de voluntades,
que practica una cierta democracia interna y está organizado
hasta en el último pueblo del país, constituye un importantísimo
factor de estabilidad institucional y un canal insustituible de pacíficas
transferencias de valores políticos. En su momento, el radicalismo
planteó un objetivo nacional de máxima prioridad -la
soberanía popular a través del voto-, aceleró
una profunda transformación de la realidad política
y social argentina, y marcó rumbos trascendentes a través
de los gobiernos de Yrigoyen. En 1946 comprobó con dolorida
sorpresa que le habían hurtado esa virtud mayoritaria que era,
desde 1916, el valor más estimulante de su espíritu:
en realidad, estaba pagando los errores y pecados de la década
anterior, cuando su conducción aceptó convertirse en
cómplice vergonzante del régimen concordancista. A partir
de 1946 empieza la rectificación manejada por el Movimiento
de Intransigencia y Renovación, que transforma la fisonomía
y el contenido del viejo partido de Alem. Y aquí empieza su
gloria y su drama.
"Para
los radicales el pueblo no es algo que se mire, se valore y se proteja
como exterioridad; el pueblo somos nosotros mismos, esa totalidad
que sufre y sueña, que protagoniza su quehacer y su destino
en cuya entraña sentimos, pensamos y vivimos, sin retacear
problemas colectivos. Nunca aprendimos a trepar para contemplarlo
desde arriba y dejarle caer frases tutelares, sentimientos de amparo
y protección. El pueblo es para nosotros, sujeto de la
contingencia creadora en cuyo nudo dramático estamos todos
apretados, y no objeto de una terapéutica concebida desde observatorios,
formulada desde gabinetes, engendrada, en suma, fuera de su matriz
histórica. Lo que no haga el pueblo no se hará por él;
lo que el pueblo no diga no se dirá por su cuenta..."
(Ricardo Balbín, declaración
en Radio El Mundo, 15 de febrero de 1957)
"El
radicalismo tiene que volver a sus fuentes, que siempre estuvieron
amparadas por lo que Yrigoyen define como su idea moral. El partido
puede cambiar su esencia sobre la base de la frustración y
los desengaños. Se hizo muy fuerte la defensa de sus ideales,
tuvo casi un sentido religioso. Por ello los radicales nos llamamos
correligionarios, participantes de una verdadera religión,
que es la religión de la ética, de la política
limpia, de la política moral. El radicalismo tiene esos principios
como base fundamental"
Dr.
ANSELMO MARINI,
Ex
Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, amigo de Ricardo Balbín.
Nota del
diario 'El Día', La Plata (Buenos Aires) Argentina, 15 de febrero
de 2002.
Murió ayer,
a los 95 años, Anselmo Marini. Fue un político de raza y
un ejemplo de ética, moral y de profunda vocación de servicio,
valores que encarnó hasta los últimos momentos de su vida.
Testigo y actor de casi un siglo de la historia nacional, su partida golpea
fuertemente a nuestra ciudad que extrañará profundamente
su sabiduría acuñada en su larga vida, su compromiso, su
verbo encendido, su consejo y su elegante figura de caballero de otros
tiempos.
Había nacido en nuestra ciudad el 18 de noviembre de 1906, en la
casa que era de sus abuelos, en diagonal 77 entre 5 y 6. Platense y del
centro, vivió toda su vida en un radio de 400 metros.
Sintió una vocación política precoz, al amparo de
su vecino, don Luis Monteverde, que vivía en la casa aledaña
a la suya. Allí iba, cuando era casi un niño, a escuchar
las voces de los políticos de entonces, que "se tornaban graves
cuando nombraban a Hipólito Yrigoyen", recordó en una
de los tantos diálogos que en su madurez mantuvo con nuestro diario.
En esa casona conoció a muchos políticos, entre ellos al
hijo de Alem y años después, en el entierro de Monteverde,
a Yrigoyen, cuya figura de caudillo lo impactó enormemente.
No es extraño entonces que, al cumplir 18 años, después
de hacer el trámite para obtener su libreta cívica, se afiliara
al radicalismo en el comité de la sección primera, al que
siempre perteneció.
Sin embargo, su primera militancia fue en el ámbito estudiantil,
en aquellos tiempos una verdadera escuela política. Fue un destacado
dirigente universitario, compañero de lucha de Ricardo Balbín,
del que fue amigo y correligionario desde ese tiempo, figura a la que
admiró y con la que compartió los valores morales que los
impulsaban a librar muchas batallas políticas.
En 1929 fue presidente de la Federación Universitaria y su vicepresidente
fue Oscar Alende. Con los años, ambos serían gobernadores
de la Provincia. Militó en la Universidad hasta 1930, año
en el que se recibió de abogado y en el que don Hipólito
Yrigoyen fue derrocado por el golpe militar del 6 de setiembre.
Fueron tiempos duros. En abril de 1931 fue detenido y golpeado en un sótano.
La intervención de un amigo posibilitó que lo liberaran
a los tres días. Posteriormente, y en otra situación, volvió
a ser privado de su libertad por razones políticas. Fue en junio
de 1955 cuando fue llevado a Olmos durante varias semanas.
Ocupó innumerables cargos internos en el radicalismo, provinciales
y nacionales. Recién en 1952 llegó a la Cámara de
Diputados de la Provincia, "cuando ya era un veterano", aclaraba.
Fue convencional constituyente en 1957, en donde fue designado vicepresidente
1º de la Convención en Santa Fe; fue elegido diputado nacional
en 1958 y reelecto en 1960. En 1963, en los comicios que llevaron a Arturo
Illia a la presidencia, fue elegido Gobernador de la Provincia en donde
desarrolló una importante obra y aplicó una ejemplar austeridad
que comenzó con sus propios gastos. Redujo la partida en dos millones
de pesos. No tenía auto y cuando lo necesitaba, se lo prestaba
el presidente del Banco Provincia. No vivió en la Residencia del
Gobernador a la que habilitó al público como salón
de exposición de pinturas y siguió caminando la ciudad,
como lo había hecho siempre.
En 1966, Onganía dio el golpe militar contra el gobierno de Illia.
En nuestra ciudad, Marini aguardó en la Casa de Gobierno al general
Jorge Von Stecker. "Le dije que era una arbitrariedad pero que yo
no contaba con fuerzas para repeler el atropello", contó a
nuestro diario mucho tiempo después, cuando recordaba que "me
afectó el golpe de Estado porque dejó a mitad de camino
una obra que estábamos realizando. Teníamos comedores, escuelas,
caminos, era una obra que continuaba. Nosotros teníamos la idea
de que gobernar era servir. Yo fui gobernador y nunca tuve idea del poder".
Durante el gobierno de Raúl Alfonsín fue embajador en Perú
y esos años fueron los únicos que Marini se alejó
de La Plata, ciudad a la que amó profundamente y a la que sirvió
con profunda vocación. Tuvo una activa vida social y una pasión,
además del radicalismo: Estudiantes, club al que seguía
diariamente aunque en los últimos años dejó de ir
a la cancha.
Se casó con Edith Alonso y hasta esa relación de amor profundo,
de compañerismo y de mutuo respeto, que duró toda su vida,
estuvo signada por la política. La conoció en un acto en
Los Toldos, durante una gira, "porque en aquellos tiempos no había
televisión ni radio y había que recorrer el país".
Tuvo una hija, María Edith, que le dio 8 nietos, a los que quiso
y a los que legó su ejemplo de compromiso ciudadano y de hombre
de bien. Porque era un convencido de que "la política es un
acto sagrado y no debe envilecerse. Si un político comete un acto
deshonesto, es una culpa personal; no del partido. Pero el partido debe
sancionarlo".
"Radicalismo es democracia interna;
fué, es y seguirá siendo lucha contra los monopolios capitalistas,
contra todas las formas de privilegio; radicalismo es reforma agraria,
educación popular, acción antiimperialista y reforma universitaria;
es defensa y promoción de los derechos económicos de los
trabajadores; es derecho de huelga y organización gremial; es salario
real y asistencia social; radicalismo es justicia y libertad en todas
sus expresiones; es defensa del patrimonio y soberanía nacional...
"
Ricardo Balbín...
El panorama interno de la Unión Cívica
Radical, después de la muerte de Ricardo Balbín (1981),
y del triunfo electoral de Raúl Alfonsín (1983)
Por Eduardo
Giorlandini
"En lo interno, según las opiniones de algunos dirigentes,
se inició un proceso de deterioro y desdibujamiento de la democracia
interna fortalecida durante la conducción de Balbín. He
aquí otro testimonio, suscripto por el dirigente:
"Últimamente, cuando escribo o pronuncio la palabra correligionario,
es como si me sintiera fuera de época o regresara de un viaje al
pasado. Noto que el partido o los hombres del partido están confundidos.
Nosotros venimos de lejos, teníamos maestros, teníamos dirigencia;
era el partido que peleaba para llegar de 'canillita a campeón',
y hoy, cuando llegamos, se da vuelta la taba y la pelea se transforma
'de campeón a canillita' y es en este punto que las palabras de
Balbín adquieren real significado: 'Lo que sirve para llegar no
sirve para mantenerse'. Entiendo que la política es dinámica.
No quiero que se piense que estoy tratando de industrializar la nostalgia.
Si bien es cierto que pertenecemos a un lineamiento político minoritario
en el partido (el antiguo balbinismo) me resisto a ser tratado como un
extraño dentro de él."
Luego de referirse al proceso de transformación de los grupos internos
y la tendencia a ser absorbidos por Renovación y Cambio, aludió
a la disgregación de la antigua Línea Nacional que presidiera
Balbín, disgregada, con los cuadros dispersos y, en el distrito
más importante, la provincia de Buenos Aires, dividida en "Línea
Nacional" (García Puente) y MIN (Movimiento Integrador Nacional).
Este movimiento que pasó por cinco denominaciones o nombres o siglas
distintas y generalmente fue reflotado en vísperas de elecciones
internas, pero como todas, con excepción del MAY (Movimiento de
Afirmación Yrigoyenista, luego fundador del Movimiento de Bases
Radicales), sumados a la conducción de cúspide de gobierno
y partido.
Pero estas características (atomización) no fueron ajenas
al mismo Movimiento de Renovación y Cambio, que, en todo el país,
salvo la provincia de Córdoba, se fraccionó en dos sectores:
los históricos y los coordinadores (o Renovación y Cambio
propiamente dicho y Junta Coordinadora Nacional). Empero, un signo inevitable
o necesario para muchos ilustra de los permanentes acuerdos y alianzas
electorales internas, en un infinito caleidoscopio, según lugares
y según intereses o negociaciones del momento para la cobertura
de contingencias efímeras. En ese mismo testimonio citado, leemos:
'a los que de alguna manera se nos llama 'balbinistas', o 'balbinaje',
con mucho desprecio, nos toca asumir el compromiso de formalizar alianzas,
para ayudar a recomponer los cuadros partidarios y evitar mayores desviaciones
de las que estamos padeciendo.
Para los soberbios que pontifican parados en la loma o tembladeral de
su ineptitud, 'Revolución del '90, Alem, Irigoyen ya no tienen
cabida'. Seamos nosotros y los que piensan como nosotros, los custodios
de la doctrina y de la ética radical. Debemos y queremos convertirnos
en los transformadores de un mundo nuevo, pero con los valores de siempre.
Siempre tuvimos el orgullo de pertenecer al mejor partido político
argentino y con proyección americana, y hoy nos tenemos que conformar
con pertenecer al menos malo. Todas estas cosas bullen en mi cabeza, pero
no puedo ser otra cosa más que radical. "
Sin embargo, el tiempo esclarece; con el tiempo se obtiene la evaluación
objetiva y los resultados son observados con calma y ecuanimidad. Además:
¿será posible gobernar sin pecado?
¿Escondemos los seres humanos ambivalentes sentimientos? ¿Amor
y odio a la vez, dejando que el péndulo funcione naturalmente?
¿Sin equilibrios posibles donde la reflexión marque definiciones
y la estabilidad del carácter en las relaciones humanas? ¿No
es nuestro espíritu una dinámica estructura en la que sus
partes prevalecen según diversos factores? ¿Misterios del
alma humana, como el rostro que mira el espejo destrozado? ¿País
joven, gente joven, que requiere mayores aprendizajes y enseñanzas,
cuando no experiencias? ¿Deben las virtudes ser aprendidas? ¿
Y el amor? ¿ Y la praxis de la solidaridad, la tolerancia y la
humildad? ¿ Y la memoria?
Debemos acordarnos de nuestros muertos virtuosos. ¡Que sus vidas
y sus tumbas sean ejemplos! Vale recordar sus pensamientos y sus calidades
y merecimientos. Más vale responder con la conducta ante la ejemplaridad
y mérito. Es el mejor homenaje. Empero, bienvenidos sean también
los testimonios y las ofrendas, en todo tiempo, si realmente existe la
conciencia del sentido espiritual y el compromiso. Balbín recibió
homenajes, pero además los merecía, y también honores
en plenitud de méritos. Más todavía fueron después
de su muerte. De ellos hemos hablado. Ahora el Congreso de la Nación
dispuso erigirle un monumento y vuelven a restallar los versos que Betinotti
dedicara a Alem:
"Quizás el pueblo mañana por un agradecimiento
le levante un monumento en prueba de gratitud."
¿Y el radicalismo? Así es la historia. La de las cosas humanas.
Ni los hombres en sentido genérico ni los dirigentes de la sociedad
en particular son superhombres. No les es exigible ninguna condición
sobrenatural. No hay dioses ni recambio de dioses, en política.
Y es mejor que los líderes sean humanos, tengan los defectos y
las virtudes comunes. Solamente así podrán interpretar al
pueblo. Sólo de este modo conocerán el drama humano, la
alegría y el dolor, la paz y el conflicto, los bienes y los males,
el agravio y la injusticia.
Entonces el radicalismo ha seguido el itinerario, a veces culebreado,
de la historia. En las cosas humanas no se puede trazar una línea
recta, absoluta, ni el tiempo es lineal. Pero, entre grandezas y miserias,
entre deslices y aciertos, entre lo hacedero y lo impracticable, el radicalismo
es como el grano de mostaza del Evangelio, no pierde su poder para brotar
nuevamente y crecer al impulso de las grandes corrientes populares de
la sociedad argentina, de los mejores sueños, las entrañables
querencias y las ciertas esperanzas.
Balbín vivió en la adversidad. Dios quiso que no viera otras,
las que causan la muerte de los seres queridos, la más patética
y dolorosa. Lía, su esposa, sobrevivió a Balbín.
También ella continuó el derrotero de la adversidad. Después
del deceso de Balbín murió su hijo Enrique. Y a poco andar
Osvaldo, el otro hijo, dirigente radical en la provincia de Buenos Aires,
tan afín con don Ricardo en el pensamiento y en el sentido de la
acción política. Los dos amaron y respetaron a su padre,
profundamente. Enrique Balbín falleció el 5 de julio de
1983. Osvaldo Balbín, el 12 de diciembre de 1986. Los dos se habían
sentido amigos de don Ricardo, de quien aprendieron conducta moral, honestidad
y trabajo, y, en el campo político, como lo recordara Osvaldo,
solamente tres cosas: convicción en los ideales, lealtad al partido
y confianza en los dirigentes. Otra vez, como siempre, al decir de don
Ricardo: "La consigna es bregar, en eso estamos"."
Fragmento del libro "Ricardo Balbin, el Radicalismo
y la República", del Dr. Eduardo Giorlandini, editado
por la H. Cámara de Diputados de la Nación Argentina,
en Diciembre de 2001. Con prólogo del Presidente del mentado
cuerpo legislativo, Rafael Pascual.
PROFESION
DE FE DOCTRINARIA
"La profesión de fe doctrinaria
es el credo político centenario del radicalismo, expresando su
contenido filosófico que le otorga permanencia como requisitoria
transformadora, nutre los imperativos éticos, los grandes principios
que inspiran su ideología, orientan su conducta ciudadana y guían
su accionar político. Las Bases de Acción Política
señalan las grandes direcciones de la Acción Política
de la Unión Cívica Radical\". jueves 3 de mayo de 2001.
El Radicalismo es la corriente histórica de la mancipación
del pueblo argentino, de la autentica realización de su vida plena
en el cultivos de los bienes morales y en la profesión de los grandes
ideales surgidos de su entraña. Hunde sus raíces políticas
en lo histórico de la nacionalidad y constituye una requisitoria
contra toda filosofía material de la vida humana y del destino
de la Nación en el mundo. Así el Radicalismo se identifica
con las más nobles aspiraciones de los pueblos hermanos y lo argentino
se articula y adquiere sentido esencial en la lucha emancipadora sudamericana
y en el anhelo universal por la libertad del hombre. Desde el fondo de
nuestra historia, trae el Radicalismo su filiación, que es la del
pueblo en su larga lucha para conquistar su personería. En la tradicional
contienda que nutre la historia argentina, el Radicalismo es la corriente
orgánica y social de lo popular, del federalismo y de la libertad,
apegada al suelo e intérprete de nuestra autenticidad emocional
y humana, reivindicatoria de las bases morales de la nacionalidad; es
el pueblo mismo en su gesta para constituirse como Nación dueña
de su patrimonio y de su espíritu. Por lo tanto, la Unión
Cívica Radical no es un simple partido, no es una parcialidad que
lucha en su beneficio, ni una composición de lugar para tomar asiento
en los gobiernos, sino el mandato patriótico de nuestra nativa
solidaridad nacional y la intransigencia con que debe ser cumplido el
sentimiento Radical indeclinable de la dignidad cívica argentina.
Esa es la razón por la que el Radicalismo es una concepción
de la vida, de la vida toda del pueblo, y la Revolución Radical
al plantearse partiendo del hombre y de su libertad, hace de la política
una creación ética, invisible en lo nacional e internacional,
que abarca todos los aspectos que al hombre se refieren, desde el religioso
hasta el económico. Por eso el radicalismo no se divide según
las parcialidades de clases, de razas ni de oficios, sino que atiende
al hombre como hombre, con dignidad, como ser sagrado. Por eso para el
Radicalismo los fines son inalterables: los de la libertad y los de la
democracia para la integración del hombre, así como pueden
ser variables los medios porque son instrumentos, y variables son las
condiciones sociales de la realización nacional. En el proceso
transformador que vive el mundo, transfórmase también el
Estado, pero el Radicalismo, centrado en su preocupación por el
hombre, no puede invertir los fines del Estado, cuyo intervencionismo
sólo puede referirse a la administración de las cosas y
a los derechos patrimoniales, y no a los derechos del espíritu,
morada de la libertad humana. El mundo entero sufre de un mal profundo
proveniente de no adecuar las posibilidades materiales a fines de emancipación
del hombre. El Radicalismo cree que sólo una cruzada de honda pulsación
humana por la liberación del hombre contra todas las formas degradantes
del imperialismo y del absolutismo en todos sus aspectos, podrá
salvar al hombre en su grave crisis; así como renueva su fe en
el destino de los pueblos de nuestra grande hermandad continental, unidos
en su libre soberanía, y luchando por conquistar, junto con los
instrumentos de la liberación política, el sistema de garantías
sociales, contra todos los privilegios económicos que ahogan la
libertad y niegan la justicia.