EL BLOQUE RADICAL DE LA CÁMARA
DE DIPUTADOS DE LA NACIÓN de 1946 a 1950.
Durante los dos
primeros gobiernos del Coronel Juan Perón (1946 - 1955), la
oposición sólo se concentró en un reducido grupo
de diputados nacionales radicales (cuyo número originario era
más que ínfimo: '44'), ya que en el Senado eran todos
peronistas. De las penurias que tuvieron que sufrir estoicamente los
diputados radicales da cuenta este fragmento del libro de Hugo
Gambini, 'La Historia del Peronismo'.
El bloque radical
(de los 44) tenía de presidente al Dr. Ricardo Balbín,
al Dr. Arturo Frondizi como vicepresidente primero, y Antonio Sobral
como vicepresidente segundo; Luis R. Mac Kay y Oscar López
Serrot como secretarios y Pedro Zanoni como tesorero.
"Al encontrar bloqueados los cauces naturales de expresión
-prensa y radiofonía-, los opositores debieron refugiarse en el
último reducto habilitado por la legalidad constitucional: el parlamento.
Fue allí donde los radicales jugaron su papel más significativo
en este período. Para uno de sus protagonistas, Gabriel del
Mazo, ésta sería "la más importante experiencia
legislativa que haya realizado el radicalismo". Las elecciones de
1946 habíanle asignado la bancada minoritaria, con sólo
dos excepciones: Reynaldo Pastor y Justo Díaz Colodrero, ambos
conservadores. Pero el Bloque de los 44, como se dio en llamarlo, comprendía
a los dirigentes más notorios; también debieron asumir la
virtual dirección partidaria, pues la Unión Cívica
Radical soportaba, explicó Del Mazo, "una crisis de sus órganos
superiores, que hizo del bloque parlamentario prácticamente, y
popularmente reconocido, su cuerpo de orientación nacional".
La mesa directiva de ese organismo cargaba con una doble responsabilidad:
combatir en el recinto y custodiar la unidad de los cuadros. Para la primera
función contaba con elementos valiosos, fogueados en el juego parlamentario
y que veían facilitada su labor por la inexperiencia de la bancada
mayoritaria; la segunda misión se cumpliría por añadidura,
pues bastaba con mantener encendido el liderazgo de sus dirigentes. En
esa tarea rivalizaban todos a través del discurso sensacionalista,
una especialidad en la que brillaban intransigentes y unionistas.
Acostumbrado al lenguaje impactante, Ernesto Sammartino no desaprovechó
la primera oportunidad que se le brindó en 1946 para lanzar sus
dardos. "Algunos diputados que se sientan en los escaños de
la mayoría conocen, como Panurgo, las cuarenta formas del hurto",
exclamó en la sesión del 8 de agosto. Después, al
vislumbrarse una inminente sanción contra él, ensayó
esta explicación: "Yo no dije robo, sino hurto y hurta quien
se apodera de la voluntad de sus conciudadanos por medio de engaños
y sofismas". En la reunión posterior la mayoría aprobó
el despacho de una comisión integrada para tratar "el caso
Sammartino", la que resolvió suspenderlo por tres sesiones.
El diputado peronista Antonio Andreotti aprovechó para recordar
otra de sus frases urricantes: "Ese señor dijo que detrás
de las bambalinas está el patrón del circo, señalando
a cada uno su papel; no se puede tolerar que nos siga insultando así".
Dos meses después, una tarde en la que Sammartino atendía
su estudio de abogado, en el tercer piso de San Martín 448, donde
acababa de instalarse en sociedad con David Blejer, recibió la
visita de un hombre corpulento. El diálogo fue breve: -Yo actué
con usted en la segunda y en la tercera, doctor. -Usted no actuó
conmigo en ninguna parte y yo no lo conozco. ¿Qué quiere?
-Bueno, es cierto, no me conoce, pero usted insultó al coronel
y no se lo vamos a permitir. ¡Vengo a pedirle cuentas! Sammartino
logró empujarlo fuera del estudio y cerró la puerta; del
otro lado, con un pequeño revólver, el atacante vociferaba:
"¡Te voy a matar! ¡Abran que lo liquido!". Blejer
salió con Ricardo Panello, empleado del estudio, y junto con un
vecino de piso, el ingeniero Pietranera, lo redujeron hasta desarmarlo.
Fue sencillo, porque el cargador del revólver había caído
al suelo inexplicablemente. Rato después, un agente de policía
se encargaba del arma y de su propietario, quien no ofreció la
menor resistencia; así pudo establecerse que se trataba de Manuel
Costa, un español de 37 años que había servido al
caudillo conservador Alberto Barceló. "Evita lo envió
para matarme, pero tomó tanto vino que le salió mal",
festejó risueñamente Sammartino. En junio de 1947 Sammartino
se despachó contra una serie de artículos firmados por Perón
en los diarios oficialistas. "La historia se inicia, para él,
con su llegada; ¿y antes no existió nada en este país?.
La torpeza mental, creo, no ha sido nunca defecto de los grandes presidentes
argentinos, y el nuestro acusa ahora falta de ponderación mental
y de equilibrio moral", protestó en el recinto. Tres días
después, cuando fundamentaba un proyecto sobre rendición
de honores a funcionarios y exaltaba "la humildad de la Junta de
gobierno de 1810, que jamás extendía los agasajos a las
esposas de sus miembros", fue interrumpido por los legisladores peronistas,
quienes le reclamaron furiosos por una de sus frases más cortantes.
Fue cuando dijo: "El aluvión zoológico del 24 de febrero
parece haber arrojado a algún diputado a su banca, para que desde
ella maúlle a los astros por una dieta de 2.500 pesos. Que siga
maullando, que a mí no me molesta. ..". Al escucharse estas
palabras, una batahola sacudió el recinto y se vio a Colom intercambiar
insultos con Sammartino; cuando estaban a punto de golpearse, el diputado
radical Gregorio Pomar saltó de su banca y los separó. Pero
no se pudo impedir que al día siguiente ambos volvieran a toparse
en otro lugar más apropiado: la quinta de Héctor Sustaita
Seeber, donde se realizaría el duelo a pistola para lavar los agravios.
Pomar y Dellepiane apadrinaban a Sammartino, mientras que Antonio J. Benítez
y Héctor Cámpora representaban a Colom. Cuando el juez del
lance, Floro Lavalle, llamó a una reconciliación, ambos
se negaron y pidieron que si a pesar del primer disparo quedaban con vida,
se autorizara un segundo tiro y sólo a diez pasos de distancia
en lugar de veinte. "¡Esto es un asesinato!", advirtió
Lavalle; pero no tuvo oportunidad de confirmar su presunción, porque
el armero, citado para las seis de la tarde, llegó con varias horas
de retraso, cuando la visibilidad era escasa (debido a la densa neblina),
y con las armas sobrecargadas de pólvora -premeditadamente- para
que los tiros se desviaran. No hubo necesidad de utilizar las ambulancias
enviadas por la presidencia, ni los servicios de dos dadores voluntarios
de sangre, pues los contendores resultaron ilesos. El cirujano Jorge Taiana,
dispuesto a intervenidos quirúrgicamente, guardó su instrumental;
Colom se fue directamente al despacho presidencial, donde Perón
lo abrazó efusivamente, y Sammartino se estrechó en brazos
de Frondizi, en cuyo automóvil regresó. Sus versiones siempre
guardaron restos de la vieja disputa: "Como el armero tardó
tanto, ofrecí batirnos a revólver. Los dos estábamos
armados. Pero no me dejaron", recordó Colom. "El armero
tardaba porque Colom lo había coimeado; por su culpa no sirvieron
los tiros", se quejaría Sammartino. Pero el armero era un
amigo de Lavalle, quien no quería el duelo.
Los incidentes habían engendrado la idea de expulsar a Sammartino
del parlamento, criterio que aceptó la mayoría de la comisión
especial destinada a estudiar su situación y que fue debatida en
la sesión del 5 de agosto de 1948. El informante José María
Conte Grand, historió las intervenciones de Sammartino y las calificó
de "ofensivas y humillantes". En disidencia, fundamentó
su despacho de minoría el diputado radical Alfredo Vítolo,
quien apeló a citas históricas: "Al cerrar el parlamento
británico, en 1600, Cromwell colgó un cartel que decía
'Se alquila esta casa'. Cuando la oposición es silenciada, deja
de existir el gobierno republicano y la mayoría comete un golpe
de Estado, como decía Royer Collard en la cámara francesa".
Rato después, Sammartino optó por hacer su propia defensa
y exclamó: "No hemos venido aquí a ensayar reverencias
frente al látigo ni a bailar lanceros. Esta no es una boíte
de moda, ni un club social. Esta es la Cámara libre de un pueblo
libre y un presidente de la República no puede hablar como el jefe
de una tribu al compás de tambores de guerra, para despertar el
odio o la adhesión de las turbas ululantes. ¿Hemos planteado
acaso alguna cuestión cuando el presidente dijo, el 23 de junio
último, que éste era un pueblo en el que había diez
millones de vagos, o cuando expresó que es un pueblo de acomodaticios?".
Finalmente, Sammartino se lamentó de "ser el protagonista
del profundo drama que vive el régimen parlamentario argentino"
y recalcó su voluntad de "reincidir una y mil veces en usar
el derecho de palabra y de pensamiento".
La votación fue precedida de un altercado entre Bernardino Garaguso
y Ricardo Balbín, quienes dialogaban fuera del debate.
-Usted, Balbín, no pudo entrar al peronismo porque quiso ser jefe.
.. -Tendría que contestarle algo irreparable.
-No personalice, señor diputado -terció el presidente Cámpora.
-Quiero decirle al señor diputado que miente como un canalla -insistió
Balbín. -Y a más, ¡que es un canalla! -añadió
Agustín Rodríguez Araya.
-¡Farsante! -concluyó Garaguso. La votación otorgó
104 sufragios a favor de la expulsión y 42 en contra. La bancada
oficialista coronó la sesión al grito de ¡Viva Perón!
y el bloque opositor, ya con su primera baja, contestó: ¡Viva
la República!. Sammartino había perdido su banca.
Un año después de la expulsión de Sammartino, su
correligionario Agustín Rodríguez Araya corría
idéntica suerte, a raíz de un discurso pronunciado en Santa
Fe durante la campaña para elegir gobernador. (Había comparado
al gobierno con los personajes de un cuento de Las mil y una noches: Alí
Babá y los cuarenta ladrones). La tarde de la votación definitiva,
el 9 de junio de 1949, Rodríguez Araya se defendió con un
nuevo ataque: "Dicen que me referí a Alí Babá,
pero esto es poco, comparado con el IAPI, porque en el IAPI está
la lámpara de Aladino, y quien la frota se enriquece en un diez
por ciento". Exhibiendo pomposamente un cúmulo de documentos
que desbordaban el pupitre de su banca, el legislador radical preguntó:
" ¿Dónde están las mil toneladas de rayón
que el IAPI prometió adjudicar a los comerciantes? Yo tengo aquí
la respuesta: están en manos de Miguel Miranda, quien detrás
de un personero se las adjudicó a sí mismo. ¿Qué
fue de los mil automotores que iban a ser lanzados al mercado y que fueron
adjudicados al señor Lima? Yo tengo fotocopias de los expedientes
que prueban esas irregularidades".
Cuando el diputado peronista Argaña intentó interrumpirlo,
el radical Federico Fernández de Monjardín lo detuvo:
"¡Cállese la boca y déjelo hablar, lengua de
papel de lija!". Rodríguez Araya ensayó una explicación,
aduciendo que el calificativo de Alí Babá era para el gobernador
santafecino y no para el presidente; que "las versiones taquigráficas
de la policía no son exactas y no merecen fe, porque es la misma
policía que trató de destruirle los testículos a
Cipriano Reyes, a quien apresaron por una supuesta violación de
la ley de juegos, justo cuando iba a acompañarme en la gira proselitista".
La bancada peronista no le creyó y, media hora antes de votar su
desafuero, lo vio salir del recinto con otros cuatro legisladores: Alfredo
Vítolo, Ricardo Rudi, Emir Mercader y Oscar López Serrot,
quienes lo acompañarían hasta la embajada uruguaya en busca
de asilo.
"Pero Visca -recordaría Rodríguez Araya-, preocupado
por mi suerte, sugirió alterar el orden de los discursos, de modo
que yo hablaría antes que Frondizi, y así tendría
tiempo de huir antes de que la votación me quitara la inmunidad
parlamentaria. Por eso salí apenas terminé el discurso.
La policía intentó seguirme, pero mi amigo Antonio Tealdi
cruzó su automóvil en la calle y les impidió el paso.
En realidad, el bloque había resuelto que yo dejase el país
antes de la sesión, para evitar riesgos, y mantenerme escondido
en casa de López Serrot, a la espera de una fuga planeada para
sacarme con el yate del diputado Salvador Córdoba; pero yo me fui
de allí y entré sorpresivamente al recinto, para no defraudar
a quienes confiaban en mi valor. Previamente hice gestiones infructuosas
ante las embajadas de México y Brasil, donde el diplomático
Francisco Quijano, primero, y el general Freytas Almeyda, después,
me negaron asilo, alegando los dos ser amigos de Perón. Los uruguayos,
en cambio, me prometieron abrir la puerta y luego dejaron que Alfredo
Palacios, Nicolás Repetto, Sánchez Viamonte, Julio A. Noble
y Elpidio González vinieran a visitarme."
Un escándalo acompañó el resultado de la votación,
en la que Rodríguez Araya fue expulsado por 108 votos contra 37.
Cuando salían los peronistas del recinto, Uranga vociferó:
"¡Ahí se retira la brigada de los degolladores!".
y Nerio Rojas acotó, con su acostumbrada parsimonia: "Está
bien, porque esto está cada vez peor".
Balbín, Cattáneo y Yadarola sancionados
Apenas tres meses después, el propio presidente del bloque radical,
Ricardo Balbín, era también desaforado por decisión
mayoritaria de la Cámara, a pedido del juez rosarino Alejandro
Ferrarons, quien se veía impedido de procesarlo por desacato, debido
a la inmunidad parlamentaria. Tocó al diputado Vicente Bagnasco
fundamentar el despacho oficialista: "Conozco muy bien el lenguaje
de los radicales -dijo-, a quienes gusta incurrir en desacato para desacreditar
al gobierno y usarlo de trampolín". La respuesta estuvo en
boca de Pastor, a quien Garaguso interrumpió constantemente, calificándolo
de "oligarca pastorizante", pero la mejor defensa la hizo el
propio inculpado: "Si con irme de aquí pago el precio de haber
presidido este bloque magnífico que es la reserva moral del país
-entonó Balbín-, han cobrado barato. Fusilándome
aún no están a mano".
El final estaba previsto: José Astorgano pidió cerrar el
debate y pasar a votación. Las cifras fueron contundentes: 87 a
37 a favor de la expulsión de Balbín. Hubo gritos hostiles
de ambos bandos y se levantó la sesión ante la mirada impávida
del presidente Cámpora, quien veía traer bollos de papel
cerca de su estrado, que le arrojaba Ricardo Rudi. Mario Gil Flood, otro
radical, prefirió lanzar un grueso volumen de diarios de sesiones,
que se estrelló sobre la mesa de los taquígrafos.
No terminaría el año 1949 sin que el Bloque de los 44 -la
cifra era ya simbólica- sufriera un nuevo desgajo. El 12 de diciembre,
en una sesión a la que no asistieron los radicales, sería
eliminado también el diputado Atilio Cattáneo. Tres
días antes, Perón había advertido por radio que "combatiría
sin pausa y sin tregua, a la oposición oligarca, disfrazada de
radicales, socialistas y comunistas". El dictamen de un tribunal
militar, elevado al ejército, acababa de engendrar un decreto por
el que se prohibía "el uso del uniforme y los títulos
del grado al teniente coronel Atilio E. Cattáneo". La Cámara
de Diputados hizo suyo el dictamen y votó la expulsión sin
dilaciones. Las razones no fueron dadas, pero a nadie escapaba que el
delito de Cattáneo había sido una oferta pública
hecha a Perón en un discurso de esos días en San Salvador
de Jujuy, donde dijo: "Señor presidente, yo le compro su quinta
de San Vicente en 55.000 pesos; al mismo precio en que usted la valuó
al hacer su declaración de bienes, el 7 de junio de 1946".
La frase le valdría también un juicio por desacato, pues
-según los magistrados- no podía dudarse de la palabra presidencial.
Por aludir "en forma sibilina, de rondón y con artería
-dijo el diputado Benito Ottonello- a los delincuentes encaramados en
la función pública", otro legislador radical, Mauricio
Yadarola, fue acusado de "desorden de conducta" y suspendido
por diez sesiones el 22 de junio de 1950. La votación (90 a 19)
se practicó luego de un premeditado cierre de debate, solicitado
como siempre por Astorgano. Yadarola amenazó con "reincidir
una y mil veces", lo que no pareció alterar a Cooke, quien
le dijo sutilmente: "Supongo que usted habrá descartado la
posibilidad de que los cimientos de nuestra fuerza política tambaleen
por sus críticas. ..".
El bloque radical siguió batallando sin conseguir modificar en
un ápice la política oficial ni herir su poderío
político, como decía Cooke; pero su lucha tenía otro
sentido y cumplía los objetivos trazados: acrecentar la popularidad
de sus dirigentes y conservar para el radicalismo el rango de segundo
partido y eje electoral de la oposición. Ellos eran la bandera
de protesta antiperonista en el Congreso de la Nación.
La pérdida del fuero parlamentario obligó a los diputados
radicales expulsados de la Cámara a huir del país, eludiendo
la persecución policial que se desató tras ellos. Sammartino,
Rodríguez Araya y Cattáneo, escaparon en ese orden a refugiarse
en Montevideo, donde algunos años antes, en 1944, había
llegado el primer grupo de políticos opositores.
"Aquella vez, con el propósito de provocar un golpe de efecto
-según explicaría Américo Ghioldi- las figuras políticas
más representativas se fugaron al Uruguay, por sugerencia de un
sector de militares antiperonistas que buscaban debilitar al gobierno".
Divididos en sectores ideológicos, aunque respondiendo a similares
objetivos, fundaron luego en Montevideo dos agrupaciones. Primero fue
la 'Asociación de Mayo', que impidió el acceso a los comunistas,
e incorporó a Nicolás Repetto, Alfredo L. Palacios, Luciano
F. Molinas, Santiago Nudelman, David Tieffenberg, Guillermo Korn, Esteban
Rondanina y Octavio Palacios. El otro sector se agrupó en 'Patria
Libre'." (...)
HUGO GAMBINI
(Fragmento de su libro 'Historia del Peronismo, El poder total'
Tomo I, editado por Espasa Calpe.)
"Las elecciones del 24 de febrero de 1946, llevaron a la Cámara
de Diputados de la Nación, a 44 diputados de la Unión
Cívica Radical, cuya labor incluye la más importante experiencia
legislativa que haya realizado el Radicalismo. En marcha desde comienzos
de 1945, el Movimiento de Intransigencia y Renovación, y perfeccionadas
y consagradas definitivamente sus Bases en el Primer Congreso Nacional
de la Intransigencia de 1947 y por la Convención Nacional en 1948,
los diputados nacionales representantes del Movimiento, que fueron mayoría
dentro del Bloque nacional del Radicalismo, las sostuvieron y articularon.
Además, en crisis durante el período 1946-48 los órganos
superiores del gobierno del Radicalismo, el bloque radical de diputados
fué prácticamente, y popularmente así reconocido,
el cuerpo de orientación nacional de la Unión Cívica
Radical, que refirmó su resurgimiento en uno de sus momentos más
difíciles.
Nunca fué más cuantiosa la labor general de la Cámara
que en el período de 1946-1950, lapso en que la representación
radical alcanzó aquel número de legisladores, hasta el punto
de que sólo en el año legislativo de 1946 en el que se trabajó
sin interrupción hasta 1947, todo el verano incluído; especie
de parlamento largo, tradujo su labor en doce grandes volúmenes,
así como fueron siete en 1947, seis en 1948 y siete en 1949, expresiones
en su conjunto, sin precedentes. "
Gabriel Del Mazo, "Historia del Radicalismo", Tomo V,
Ediciones Cardón, Bs. As. 1976.
Notas:
"El bloque opositor estaba compuesto por 44 diputados,
que en su conjunto formaban una bancada brillante por el nivel
intelectual y la capacidad de oratoria de los mismos, destacandose
entre ellos: Ricardo Balbín, Frondizi, Emir Mercader,
Emilio Donato del Carril, Arturo Illia, Roberto Parry y Miguel
Ángel Zavala Ortiz." Del libro 'Balbín entre
rejas' de César Arrondo, editado por EDULP, 2002,
La Plata.
Bloque Radical de los 44: Mesa directiva. Presidente: Ricardo Balbín;
Vicepresidente 1°: Arturo Frondizi; Vicepresidente
2°: Antonio Sobral. Secretarios; Luis R. Mac
Kay, y Oscar López Serrot. Tesorero: Pedro P.
Zanoni. Diputados (1946-48): Ricardo E. Aráoz,
Ricardo Balbin, Ángel V. Baulina, Amadeo Bertini, Romeo
E. Bonazzola, Julio J. Busaniche, Alfredo D. Calcagno, Alberto
M. Candioti, J. Salvador Córdoba, Orlando H. Cuiré,
Emilio Donato del Carril, Gabriel del Mazo, Luis Dellepiane,
Juan A. Errecart, José Benito Fajre, Modesto Ferrer,
Arturo Frondizi, Saverio M. Galvagni, Tomás González
Funes, José R. Lencinas, Félix J. Liceaga, Oscar
López Serrot, Luis R. Mac Kay, D. Jacinto Maineri, Manuel
J. Mántaras, Guillermo Martínez Guerrero, Juan
J. Noriega, Solano Peña Guzmán, Horacio Pérez
de la Torre, Gregorio Pomar, Horacio Honorio Pueyrredón,
Emilio Ravignani, Raúl Rodríguez de la Torre,
Absalón Rojas, Nerio Rojas, Sidney Nicolás Rubino,
Ernesto E. Sammartino, Silvano Santander, Antonio Sobral, Emilio
Solanet, Raúl L. Uranga, Pedro P. Zanoni, Edmundo Leopoldo
Zara, Mario Zinny. Diputados (1948-50): Ricardo E. Aráoz,
Ricardo Balbín, Romeo E. Bonazzola, Alberto M. Candioti,
Atilio E. Cattáneo, I. Salvador Córdoba. Orlando
H. Cufré, J. Anibal Dávila, Emilio Donato del
Carril, Gabriel del Mazo, Luis Dellepiane, José Benito
Fajre, Modesto Ferrer, Arturo Frondizi, Mario Gil Flood, Tomás
González Funes, Arturo U. Illia, Félix J. Liceaga,
Oscar López Serrot, Luis R. Mac Kay, D. Jacinto Maineri,
Manuel J. Mántaras, Guillermo Martínez Guerrero,
Emir E. Mercader, Federico F. Monjardin, Juan J. Noriega, Roberto
Parry, José Pérez Martín, Francisco Rabanal,
Agustín Rodriguez Araya, Raúl Rodríguez
de la Torre, Absalón Rojas, Nerio Rojas, Sidney Nicolás
Rubino, Ricardo Rudi, Ernesto E. Sammartino, Silvano Santander,
Antonio Sobral, Fernando Solá, Raúl L. Uranga,
Alfredo R. Vítolo, Mauricio L. Yadarola, Miguel Angel.
Zavala Ortiz, Pedro P. Zanoni.
El Dr. Atilio Cattáneo estaba retirado del
ejército y su militancia radical lo llevó a una
banca de diputado nacional en 1948. Con el Teniente Coronel
Gregorio Pomar (también radical y diputado en 1946) fueron
leales a Yrigoyen en 1930; conspiradores contra Uriburu en 1931
y contra Justo en 1932. (Nota del libro de Hugo Gambini, Op.
Cit.)
Se recomienda los dos tomos de la obra 'Historia del Peronismo'
de Hugo Gambini, que es una de la obras más completas
y objetivas sobre el fenónemo del peronismo que se hayan
escrito. Su autor hizo personalmente entrevistas a los protagonistas
directos.