Dr. ARTURO UMBERTO ILLIA, Presidente de la Nación Argentina 1963 - 1966
Nació
en Pergamino (Buenos Aires) *Al día siguiente de su vil derrocamiento, Illia convocó al Escribano Mayor de Gobierno con el fin de hacer una pública manifestación de sus bienes. El 12 de octubre de 1963, cuando asumió la primera magistratura de la República, poseía una propiedad en Cruz del Eje obsequiada con el aporte de 4000 vecinos que habían contribuido individualmente con un peso moneda nacional, sus útiles de consultorio, un automóvil, y un depósito bancario de 300.000 pesos, mientras que a la fecha de su destitución, seguía teniendo la casa, pero había perdido el automóvil y el saldo del banco. Por otra parte, durante los 32 meses de gobierno, dispuso de 80 millones de pesos anuales para gastos reservados, sobre los cuales no estaba obligado a rendir cuentas. De los 240 millones durante los años 1964, 1965 y 1966, sólo utilizó 20 millones, entre otras cosas para la presentación en Europa de una obra de teatro de Ricardo Rojas, y procedió a reintegrar los 220 millones restantes a la Tesorería General de la Nación. *Illia era un medico de excepcional pericia y certero diagnóstico. Incluso realizó investigaciones con el doctor Salvador Mazza sobre paludismo y mal de chagas en la provincia de Córdoba, probando que las enfermedades endémicas no solo proliferaban en zonas pantanosas como se creía sino que también las mismas podían darse en regiones desérticas y de bajos regímenes pluviales. MONÓLOGO DE TATO BORES (fragmento) "... La cuestión es que en el año `63 le toco el turno de vuelta a un presidente constitucional y apareció Don Arturo Humberto Illia, uno de los pocos Cordobeses nacidos en Pergamino que se conocen. Don Arturo Humberto Illia nombro como Ministro de Economía a Don Eugenio Blasco que muere en el cargo y entonces mi gran amigo Juan Carlos Pugliese asume como Ministro de Economía - empieza, mejor dicho, su carrera como Ministro de Economía suplente en todos los gabinetes radicales -. Pero como las cosas buenas duran poco tiempo, antes de cumplir los tres años los muchachos de la (haciendo el signo de una insignia militar en el hombro izquierdo con los dedos índice y mayor de la mano derecha) viñeta le dan el raje a Don Arturo Humberto Illia y designan, en elecciones limpias, y por u-na-ni-mi-dad - 3 votos - a Don Juan Carlos Ongania. El hecho de que Don Juan Carlos Ongania en la época del enfrentamiento entre azules y colorados haya sido azul - y legalista - y después se convirtió en golpista - y de hecho, colorado - es porque a veces, la gente, des-ti-ñe. La cuestión es que a Don Arturo lo rajaron porque decían que era muy lento, que era una tortuga. Ahí tuvimos un cacho la culpa todos porque los sindicatos, la C.G.T. le tiraba tortugas en Plaza de Mayo, los medios en contra, los periodistas en contra, los humoristas le hacíamos chistes - éramos una manga de boludos que pa' que' le via' contar -; porque el problema no era que Don Illia era lento: el problema es que los que vinieron después fueron... fueron rápidos, y fuimos derecho pal' cara...melo, fuimos, pero bah, pero rápido! Claro, no todo fue negrura en aquellos años porque en el `66 hubo avances: porque después de la "NOCHE DE LOS BASTONES LARGOS" cerraron todas las facultades y entonces todos los investigadores, científicos, matemáticos, laburantes de las neuronas avanzaron: avanzaron hacia la frontera y se las tomaron y no volvieron nunca mas. Después, apareció algún premio Nobel que volvió: a saludar a la familia y se las volvió a tomar, total...! ..." Autor: Santiago Varela, para Tato Bores. Año 1990.
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A VEINTE AÑOS DE SU MUERTE: 1983 - 2003 Illia, el país que no pudo ser Por Alberto Amato. (del Diario 'Clarín', Buenos
Aires, Sábado 18 de enero de 2003.)
" Hace hoy veinte años, cuando la dictadura militar iniciaba su desbandada después de Malvinas, moría en Córdoba Arturo Illia. Tenía 82 años. Había sido presidente de la Nación entre octubre de 1963 y junio de 1966, cuando lo derrocó un golpe militar ante la indiferencia, si no el aplauso, de gran parte de una sociedad que volvía a poner sus esperanzas en las espadas. En pocos meses el gobierno del dictador Juan Carlos Onganía había entrado a palo y machete en las universidades, rebajado los salarios y devaluado el peso. Se terminaba un país en el que había crecido el producto bruto interno, había mermado la deuda externa y que dedicaba a la educación el porcentaje de su presupuesto más alto de la historia. Illia no fue, ni por lejos, el político débil, ingenuo, indeciso que sus enemigos, y algunos de sus amigos, pero en especial la propaganda golpista de entonces hizo creer a gran parte de la sociedad. Es cierto que llegó al poder limitado por la proscripción del peronismo y con poco más del veinte por ciento de los votos. Pero las reglas para las elecciones de 1963 no fueron dictadas por Illia y sí fueron seguidas por todos quienes aspiraron a la presidencia, entre ellos hombres con concepciones políticas tan diferentes como el general Pedro Eugenio Aramburu y Oscar Alende. No fue su supuesta debilidad lo que derrocó a Illia, sino algunas de sus decisiones de gobierno, como la de anular los contratos petroleros que favorecían a empresas norteamericanas, y sancionar una ley de medicamentos que afectaba los intereses de los poderosos laboratorios extranjeros. El proyecto de país de Illia no coincidía con el proyecto que el liberalismo pergeñaba en los cabildeos militares de los que participaba Alvaro Alsogaray, que llegó a proponer a su hermano, el general Julio Alsogaray, para suceder al presidente a derrocar, según el relato del historiador Gregorio Selser en un libro inolvidable, y casi inhallable, "El onganiato". La historia rescata su austeridad, su honestidad, el haber vivido y muerto en la pobreza. Sin embargo, es la obstinada convicción democrática de Illia el rasgo que mejor lo retrata hoy, cuando su partido atraviesa la mayor crisis de su historia. Es también la cualidad que se rescató hace veinte años,
en los encendidos y tardíos discursos de homenaje con que se honró
a un hombre que defendió siempre la democracia, aunque la democracia
hubiese sido incapaz de defenderlo. " |
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Illia , Por Daniel Salzano. (Publicado en "La Voz del Interior", Córdoba, 25 de enero de 2003.) De los 63 años que tenía cuando asumió la presidencia, Illia Arturo Umberto había pasado la mitad en Cruz del Eje, donde llegó designado como médico del ferrocarril por Hipólito Yrigoyen. Se levantaba con el pito de las seis y a las diez había que cebarle un par de mates. Esas cosas en el pueblo se sabían. Lo mismo que el contenido de su guardarropa: una corbata roja con leoncitos y un traje azul marino donde cargaba muestras gratis, apretadas como puños en todos los bolsillos. A veces le pagaban con gallinas y a veces pagaba él la nafta que consumía la ambulancia. De noche, cuando el cucharón de la luna se derramaba sobre el pueblo, jugaba unas manos al chinchón, se daba una vuelta por el comité y, antes de dormir, leía a Krause. O a Weber. O el Patoruzú. Cada vez que debía ausentarse para cumplir con sus obligaciones políticas, en Cruz del Eje le organizaban una cena de despedida cuyo menú incluía mayonesa de ave, paella a la valenciana, flan con crema, vino de la casa y agua mineral San Remo. En 1963 se despidió desde la cabecera con una reverencia y acompañado por dos mariposas que volaban en círculos alrededor de su cabeza, viajó a Buenos Aires para ocupar la Casa Rosada. Tres años más tarde lo derrocó un batallón de tanques porteños al mando de un general vestido como Patton. Illia lo enfrentó con el traje azul y un ejemplar de la Constitución en la mano. Ríndase, general. Al cumplirse diez años de su muerte voy a rendirle un homenaje, doctor. Estos son los hombres que lo sucedieron en el cargo desde su destitución: Onganía, Levingston, Lanusse, Cámpora, Lastiri, Perón, Isabel, Luder, Videla, Viola, Galtieri, Bignone, Alfonsín, Menem, De la Rúa, Camaño, Puerta, Rodríguez Saá y Duhalde. Ríndanse.
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EL DRAMA DE ILLIA: en setenta días perdió el gobierno, perdió un hermano y perdió su esposa. Tapa de la revista 'ASÍ' 2da. del 15 de septiembre de 1966 El 26 de Agosto de 1966, once días antes del fallecimiento de la Sra. Silvia Martorell de Illia, el diario norteamericano 'The New York Times' publicó esta noticia: "El ex presidente argentino depuesto por el golpe de estado del 28 de junio último estaría en una dificultosa situación económica. Los amigos del ex mandatario están juntando fondos, en secreto, para ayudarlo. El doctor Illia cuenta con una pensión presidencial de 3.500 pesos mensuales, aproximadamente 15 dólares. Hace cuarenta años -explica un allegado- era una muy buena pensión; ahora sólo alcanza para cuatro comidas. El ex presidente vive actualmente con su hermano Ricardo Horacio, que se desempeñaba como su secretario personal, y ambos tuvieron que recurrir a la ayuda económica de unos parientes. Un amigo de Arturo Illia declaró que este pasa sus días a la cabecera de la cama de su esposa, gravemente enferma de cáncer y que no ve casi a nadie. Ni siquiera los más encarnizados enemigos de Illia pusieron nunca en duda su honestidad personal..." |
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Foto de un joven Arturo Illia, cuando fue elegido Vicegobernador de la Provincia de Córdoba. El Presidente Illia con su esposa Silvia Martorell y su hijo menor Leandro Hipólito Illia |
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Arturo Illia y su señora esposa Silvia Elvira Martorell de Illia |
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Historia de una llave perdida. LA VISITA
DEL PRESIDENTE ILLIA A VILLA MERCEDES Escribe el Prof. Héctor Pablo Ossola, miembro de número de la Junta de Estudios Históricos de la ciudad de Villa Mercedes (San Luis) Argentina.
El comienzo del año 1966 tuvo como música de fondo un sordo rumor de golpe de estado por parte de los más altos cuadros de las Fuerzas Armadas, especialmente del Ejército, donde el General Juan Carlos Onganía, se distanciaba cada vez más de los ámbitos del gobierno constitucional. De todas maneras, el Presidente de la Nación, continuaba desarrollando su labor con la ingenua creencia de que por el momento, una sublevación militar era impensable dado la situación harto difícil que soportaba el país de los argentinos.
Tal vez por todas esas razones, y otras que no vienen al caso, pero que jugaban a favor de una tranquila gobernabilidad, el Presidente Dr. Arturo Umberto Illia, siguió adelante con su agenda y decidió el viaje a Villa Mercedes, solicitando la compañía del canciller, el Dr. Miguel Angel Zavala Ortiz, cuyas relaciones en esta ciudad, eran por demás conocidas.
El 22 de febrero de 1966, el Primer Mandatario llegó a nuestra ciudad, relajado y contento. Descendió del avión que aterrizó en la V Brigada Aérea, junto con su esposa y el edecán de turno, además del canciller Zavala Ortiz que hizo lo propio. La flor y nata del radicalismo de Villa Mercedes estaba al pie de la escalerilla para recibirlos. Miguel Roca Costa, Julián Balerdi, Julio Becerra, entre otros, repartieron abrazos y estrecharon todas las manos. Entre tanto, en la Municipalidad, el intendente, que dicho sea de paso no era radical, sino demócrata liberal, estaba enfadado con algunos ayudantes porque la llave de la ciudad, que debía entregar al visitante, no aparecía por ningún lado.
Si Gerónimo César Landaburu se tomó la cabeza con las dos manos, mientras preguntaba por qué no estaba la llave en su lugar, y qué iba a decirle al Presidente en el discurso de bienvenida, no menos grandilocuentes eran los gestos de los demás funcionarios, que revolvían cajones y vaciaban recipientes antiguos, intentando encontrar la famosa llave perdida.. y ya no hubo tiempo. El acto debía comenzar, la gente se había congregado frente al edificio municipal, ahí estaban los abanderados y escoltas de todas las escuelas, las autoridades civiles, militares y eclesiásticas y para colmo, el gobernador de la provincia que había llegado con su esposa- don Santiago Besso, tan demócrata y tan liberal como el propio Picuyo.
Cuando las autoridades ascendieron al palco, la gente estalló en una algarabía propia de una fiesta popular, porque no siempre se tenía la presencia de un primer Mandatario de la Nación frente a la plaza San Martín.
Gerónimo César Landaburu tomó el micrófono y mirando al médico de Cruz del Eje, le anticipó una felíz estadía en Villa Mercedes y como se acercaba el momento en que tradicionalmente se le entrega a tan magnos visitantes, la llave de la ciudad, y la llave no estaba, un político avezado en sortear miles de avatares de esta naturaleza, como era el popular Picuyo, no titubeó en ningún momento y tras estrecharle fuertemente la mano derecha al Dr. Illia, le dijo que un hombre como él, no necesita que le entreguemos la llave de la ciudad, porque puede caminar y recorrerla por donde quiera, ya que todos los vecinos tienen sus puertas abiertas para honrar al Presidente...
Por supuesto, un aplauso estruendoso rubricó el acierto de estas expresiones, mientras que por un lado Illia sonreía satisfecho, Picuyo salía del paso una vez más- con un alarde político propio de su estatura comiteril. Después el Presidente se trasladó al barrio de la Estación, y en el atrio de la parroquia de San Roque, rubricó un libro donde se dejaba constancia que con la presencia del más alto dignatario del país, se procedía a colocar la piedra fundamental del futuro edificio para el Colegio San Buenaventura en la esquina de 9 de Julio y Lisandro de la Torre. El padre Carlos Sáez Peretó le dio la bienvenida y le obsequió a la esposa del primer magistrado, un auténtico y precioso mantón de manila. La prensa lugareña habló bien de los esposos Illia y al pueblo le pareció una simpática pareja.
Luego el Dr. Illia visitó el Frigorífico Terminal del Oeste y procedió a inaugurar el tramo caminero desde la Ruta 7 hasta la planta industrializadora de productos cárneos. Los ganaderos de la zona saludaron al primer mandatario y el presidente de Vialidad de la Provincia de San Luis, ingeniero Eduardo Daract aprovechó para poner de relieve la importancia de la obra.
Llegó la hora de la partida,
los funcionarios regresaban en automóviles a sus despachos y un
empleado municipal se acercó presuroso al intendente para decirle
que ya había aparecido la llave de la ciudad. Era de hierro, pintada
de negro, montada sobre una superficie de madera lustrada. Un hermoso
emblema. Demasiado tarde, el Presidente ya estaba en vuelo de retorno
a la Capital Federal. Picuyo miró al subalterno mientras
pensaba ¿y ahora me lo decís? y sin responderle
una palabra, prendió un Jockey Club, largo y con filtro, para jugar
con las volutas azules que subían al cielo. El Golpe de Estado contra el Dr. Illia (1966) Anselmo Marini sobre el Golpe de 1966 Cuadragésimo aniversario de la asunción a la Presidencia de la Nación de Arturo Illia Con el Golpe a Illia nació un nuevo tipo de dictadura (nuevo) Velocidad de tortuga, a 40 años del Golpe a Illia. Por Pepe Eliaschev. (nuevo)
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