EL
GOLPE DE ESTADO: un asalto a la República
FATÍDICO
28 DE JUNIO
El 28 de junio de 1966 a la madrugada Illia se encontraba en la Casa
de Gobierno, acompañado por los ministros, colaboradores, algunos
senadores y diputados nacionales radicales. A las 5.10 horas, de ese día
martes penetraron el general Julio Alsogaray, el Jefe de la Casa Militar
brigadier Rodolfo Pío Otero, el coronel Luis Perlinger y un grupo
de oficiales. El diálogo reconstruido fue publicado por la revista
"Somos" el 21 de enero de 1983:
Alsogaray: -Vengo a cumplir órdenes del comandante en jefe...
Illia: -El comandante en jefe de las Fuerzas Armadas soy yo. (Señalando
un libro que está a un costado de su mesa). Mi autoridad emana
de esa Constitución que nosotros hemos cumplido y que usted también
ha jurado cumplir. A lo sumo, Usted es un general sublevado que engaña
a sus soldados.
Alsogaray: -En representación de las Fuerzas Armadas vengo a pedirle
que abandone este despacho. La escolta de granaderos lo acompañará.
Illia: -Usted no representa a las Fuerzas Armadas, sino tan sólo
a un grupo de insurrectos. Usted y quienes lo acompañan actúan
como salteadores nocturnos...
Alsogaray: -Señor Presid... (rectificándose) doctor Illia...
Varias voces: -¡Señor Presidente!
Alsogaray: con el fin de evitar actos de violencia, lo invito nuevamente
a que abandone esta casa.
Illia: -Son Ustedes quienes están provocando la violencia. Ustedes
no tienen nada que ver con el Ejército
de San Martín y de Belgrano. Le han causado mucho mal a la patria
y lo seguirán causando. El país los condenará por
esta usurpación...
Alsogaray: -Usted está llevando las cosas a un terreno que no le
corresponde, doctor IIlia; le garantizamos su traslado a la residencia
de Olivos. Su integridad física está asegurada.
Illia: -Mi bienestar personal no me interesa. Me quedo trabajando en el
lugar que me indica la ley y mi deber: Como comandante en jefe, le ordeno
que se retire.
AIsogaray: -Yo sólo recibo órdenes del comandante en jefe
del Ejército.
IIlia: -El único jefe supremo de las Fuerzas Armadas soy yo. Ustedes
son los insurrectos. i Retírense!
Los jefes militares abandonan el despacho presidencial. A las seis, retorna
el coronel Perlinger en compañía
de oficiales subalternos. Perlinger se acerca por la izquierda hasta la
mesa de llIia y le dice en tono firme: Perlinger: -Doctor Illia, en nombre
de las Fuerzas Armadas, vengo a decirle que ha sido destituido.
Illia: -Ya le he dicho al general Alsogaray que ustedes no representan
a las Fuerzas Armadas.
Perlinger: -Me rectifico. En nombre de las fuerzas que poseo...
Illia: -Traiga esas fuerzas.
Perlinger: -No lleguemos a eso...
Illia: -Son ustedes los que emplean la fuerza, no yo.
Perlinger y sus acompañantes se retiran. A las 7.25 vuelve Perlinger
está vez al frente de un grupo de efectivos de la guardia de infantería
de la Policía Federal, portando pistolas lanzagases.
Perlinger: -Doctor llIia, su integridad física está plenamente
asegurada, pero no puedo decir lo mismo a las personas que se encuentran
con usted. Ellos serán desalojados por la fuerza.
IIlia: -Su conciencia le va a reprochar lo que esté haciendo. (dirigiéndose
a la tropa policial). A muchos de Ustedes les dará vergüenza
cumplir estas órdenes indignas de quien ni siquiera es su jefe.
Acuérdense: cuando cuenten a sus hijos lo que hicieron en este
momento, sentirán vergüenza...
Perlinger: Dr Illia tendremos que usar la fuerza... Illia: -Es lo único
que tienen... Perlinger: (Con tono enérgico, a sus subordinados):
-Dos oficiales a custodiar al doctor Illia, los demás
avancen y desalojen el salón. La tropa avanzó mientras que
los dos oficiales de policía que debían vigilar a Illia
no pudieron cumplir su cometido, pues éste fue inmediatamente rodeado
por sus colaboradores. Hubo forcejeos, pero en pocos minutos el despacho
fue desalojado. Illia y sus colaboradores bajaron por las escaleras hasta
la planta baja, seguidos de cerca por el pequeño batallón
de lanzagases. Eran las 7.40 Sobre las veredas de la Plaza de Mayo y del
Banco Nación, varias docenas de soldados cuerpo a tierra apuntaban
hacia la Casa Rosada con sus fusiles. A las 7.45 Illia subía a
un taxi, rumbo a la casa de su hermano en Martínez. "
"Somos" no reprodujo con fidelidad los diálogos. Otros
testimonios nos permiten afirmar algunas expresio- nes importantes, luego
de mencionar que casi todo el equipo balbinista acompañaba a Illia
en la circunstancia. Alsogaray se había colocado a la izquierda
del Presidente IIlia, quien sin levantar la cabeza, ni mirarlo siquiera,
ni inmutarse, continuó con lo que estaba haciendo en ese momento.
Eso habría molestado al militar, quien irritado pretendió
arrebatarle una fotografía que en ese momento Illia firmaba para
uno de sus colaboradores (un empleado de la secretaría privada,
o el jefe de la misma, Miguel Angel López, o un ordenanza, según
distintas versiones) Illia impidió que el militar le arrebatara
la fotografía y, seguidamente, se produjo una parte del diálogo,
que la citada revista no tuvo en cuenta:
Alsogaray: -Deje eso, permítame... Illia:-cállese... Yo
no lo conozco. ¿Quién es usted?
Alsogaray: -Soy el general Alsogaray:..
Illia: -Espérese. Estoy atendiendo a un ciudadano, ¿cuál
es su nombre amigo? Alsogaray: -Respéteme...
Illia: (Al concluir de firmar la fotografía) Este muchacho es más
que usted. Es un ciudadano digno y noble. (Parándose y dirigiéndose
al general) ¿ Qué es lo que quiere?
Alsogaray: -Vengo a cumplir órdenes del comandante en jefe. ..
Luego, sigue en líneas generales el diálogo ya reproducido,
pero con una variante:
Alsogaray: -En representación de las Fuerzas Armadas le pido que
abandone el despacho.
Illia: -U sted no representa a las Fuerzas Armadas, sólo representa
a un grupo de insurrectos. Usted y quienes lo acompañan actúan
como salteadores nocturnos, que como los bandidos aparecen de madrugada
para tomar la Casa de Gobierno...
Años después, el coronel Luis C. Perlinger envió al doctor Illia la siguiente nota:
" principios de 1966 siendo usted Presidente de la Nación,
tuve algunas reuniones en Mar del Plata y en Buenos Aires con generales
que ocupaban altos cargos en el EMGE, a los cuales traté de convencer
de no romper el orden institucional. Ante la inutilidad de mi prédica
y guiado por el desconcepto de que la unidad de la fuerza amenazada por
casos aislados de oposición era más importante que el respeto
a la Constitución, me plegué al movimiento que estalló el 28 de junio.
Circunstancias que no se buscan, pero que se dan con frecuencia en los
hombres de acción me asignaron un rol imporlante en su destitución.
En una presentación fechada en julio de 1976, que repartí
profusamente y de la cual me ocupé de enviarle un ejemplar escribía:
'Hace 10 años el Ejército me ordenó que procediera
a desalojar el despacho presidencial. Entonces el doctor Illia serenamente
avanzó hacia mí y me repitió varias veces: Sus hijos
se lo van a reprochar. ¡Tenía tanta razón! Hace tiempo
que yo me lo reprocho porque entonces caí ingenuamente en la trampa
de contribuir a desalojar a un movimiento auténticamente nacional.
Usted me dio esa madrugada una inolvidable lección de civismo.
El público reconocimiento que en 1976 hice de mi error;
si bien no pude reparar el daño causado, da a usted, uno de los
grandes demócratas de nuestro país, la satisfacción
de que su último acto de gobiemo fue transformar en auténtico
demócrata a quien lo estaba expulsando por la fuerza de las armas
de su cargo constitucional..."
(Extraído del libro: "Ricardo Balbín: el radicalismo
y la república", de Eduardo Giorlandini, editado por la Cámara
de Diputados de la Nación, en 2001. Prólogo de Rafael Pascual.)