RICARDO BALBIN no escribió un libro. Podemos decir, en cambio
que lo habló, tal vez sin un plan preestablecido, pero siempre
atento a circunstancias y acontecimientos de honda significación
para la vida cívica de la República, a cuyo servicio consagró
la totalidad de sus energías vitales y de su talento político.
Ha quedado, sólo entre los que fuimos sus contemporáneos,
el recuerdo oral de sus primeras incursiones oratorias, en los entreveros
reformistas de los años veinte y de la singular y llamativa elocuencia
de sus arrestos tribunicios, en las horas iniciales de su militancia en
la Unión Cívica Radical. De haberse conservado su testimonio
hubiera servido -sin ninguna duda- como la mejor introducción a
ese libro, no escrito, en el que se fue expresando el pensamiento vivo
de Ricardo Balbín, formidable luchador en tiempos duros de la Nación,
que jamás renunció en su empresa de restauración
republicana, a su obstinación por la libertad, a la unión
del conjunto nacional y a la defensa de las instituciones, a cuyo amparo
nacimos los argentinos y que el radicalismo hizo suyas como punto de partida
y meta de su ideario,
Estamos de acuerdo con quienes han dicho que Radicalismo y Reforma Universitaria
son proposiciones que se complementan en el plano de la ética política
y de la idea cultural, porque ello explica la razón por la cual
Balbín haya abrazado simultáneamente, desde los inicios
de su actuación juvenil, los ideales reformistas y la doctrina
de la Unión Cívica Radical.
Los contrastes y frustraciones que le tocó padecer en su larga
y apasionada lucha, lejos de mellar sus convicciones, fortalecieron su
fe para la permanente defensa del sistema democrático. "No
han fracasado nuestras instituciones -decía-, y si alguna vez entraron
en declinación, lo ha sido precisamente en virtud de haberse impedido
que a ellas llegaran, con naturalidad, las voluntades mayoritarias",
para subrayar siempre, como justo corolario 'que no habrá realizaciones
sino sobre la base fundamental del respeto a la voluntad de los pueblos".
Recitó su mensaje de afirmación democrática a lo
largo y a lo ancho de la Nación, y lo proyectó al continente
y al mundo, cuando pudo hacer oír su voz en foro internacional
(Caracas 1976)...Allí afirmó: "No están quebradas
las perspectivas de la democracia en América; se podrán
equivocar sus dirigentes, pero, la democracia pertenece a la raza de los
americanos. El sentido de la libertad no morirá jamás en
esta América. Así entiéndanlo cada uno de los hombres
y de las mujeres que pueblan nuestras Repúblicas.
Sabía, Balbín, que la libertad no se recibe como un regalo
y que, antes al contrario, conlleva la obligación indeclinable
de combatir por ella. De allí su brega constante y permanente en
la que vuelca, con alta inspiración docente, su noble pasión
de sembrador de ideas, al servicio de la construcción del país
sonado. Su prédica es de tono sencillo y acento patriótico.
Lo que es fácil advertir en sus reclamos públicos. Tal el
caso de la presentación de su periódico 'Adelante', más
de tres décadas atrás, en la que anuncia que lo edita "como
una invitación que reclama salir al encuentro de la escuela que
eduque para la libertad, de la ciencia al servicio del hombre, de una
legislación social que proteja la vida, asegure el trabajo y dignifique
al obrero sin disminuirlo, de un ejército con símbolos nacionales,
sin divisas pequeñas, Sanmartiniano y democrático, de una
economía limpia y leal, de instituciones con jerarquía y
sufragio sin deformaciones...".
En suma, todo un programa que sigue siendo exigencia del pueblo argentino,
expresado con lenguaje llano por un creyente de la democracia que quiere
que la educación y la ciencia estén al servicio del hombre
y de su libertad, con vigencia del Estado de Derecho y de la justicia
social.
La unión nacional
Balbín fue un soldado de la paz. Llevar la paz a los pueblos, constituye
la aspiración suprema de los auténticos hacedores de la
historia. Es obra de adalides -Balbín lo fue-. Se opuso a la violencia
y predicó la necesidad de la unión nacional. Para lograrla,
bien se sabe que es menester diluir antinomias, armonizar opuestos, buscar
las coincidencias, sin dejar de respetar las discrepancias. Próceres
de nuestra historia, entre ellos Alberdi con sus 'Bases' lo predicaron
en su momento; Balbín lo intentó, también, con la
'Asamblea de la Civilidad', con la 'Hora del Pueblo' y en la vigente y
esperanzada reunión de los cinco partidos nacionales que conforman
la Multipartidaria.
Esta actitud de Balbín no fue siempre comprendida. "No fuimos
comprendidos y sí criticados, por los que nada hacían",
dijo al refundar "Adelante" en 1976, después del golpe
militar.
Días antes de ese golpe había hablado al país por
la cadena de Radio y Televisión. En su discurso reafirmó
la necesidad de la unión nacional y bregó en favor de la
búsqueda de una solución que hiciera posible la continuación
del proceso constitucional: "La bandera de la unión de los
argentinos, la vida en paz y sobre todo la defensa de las instituciones,
no será abandonada jamás por la Unión Cívica
Radical. Hemos usado este lenguaje, este pensamiento y esta acción
en todos los turnos de nuestra historia. Lo vamos a seguir haciendo. Podemos
reconstruir hoy o no. ¿Tendremos que rehacerlo todo después
de la catástrofe? Puede ser que sí. Pero al más incrédulo
de estas concepciones le afirmo: si se esperan las ruinas, en las ruinas
encontrarán una bandera: No se realizará el país
sino sobre la base de unión de los argentinos".
Todo lo acontecido después, con la toma del poder político
por las fuerzas Armadas es historia conocida, triste y lamentable. A manera
de apreciación del estado actual del país, un integrante
del primer equipo económico del "Proceso", en un libro
reciente, señala que la Argentina marcha a la cabeza, en el orden
mundial, en cuanto al coeficiente de inflación, el endeudamiento
externo por habitante, la cantidad de quiebras empresarias, el cierre
de bancos, el retroceso en la producción industrial, la caída
de los salarios reales, la desocupación y otros índices
que muestran a nuestra sociedad como azotada por un ciclón que
deja solo ruinas a su paso enloquecido.
Con lo que queda dicho que, a pesar de las prevenciones de entonces y
de las severas advertencias del documento de la multipartidaria del 16
de diciembre último,"Antes que sea tarde", esa catástrofe
se ha producido. De aquí en más los argentinos deberemos
andar sobre ruinas, en la dura tarea de intentar la reconstrucción
de la Nación destruida, conforme con la predicción de Balbín
del 16 de marzo de 1976, en su antes recordado discurso, que mereció
el descreimiento de muchos y la subestimación de lo soberbios.
Por ello hoy, ante el dramático cuadro que nos ofrece la realidad
nacional, levantar su bandera, como guía de nuestra acción,
asume la fuerza de un mandato imperativo: "no se realizará
el país sino sobre la base de la unión de los argentinos".
El acento profético de las palabras de Balbín, en las muy
difíciles circunstancias históricas en que fueron pronunciadas,
pone en evidencia la profundidad de su visión política y
las dimensiones de su extraordinaria personalidad. "Fue un hombre
de acción, con temperamento de apóstol y vislumbres de profeta"
dijo Ricardo Rojas de Sarmiento, al presentar su pensamiento vivo. Bien
merece Ricardo Balbín que repitamos para él, ese jerarquizado
juicio.
Es oportuno decir, a esta altura, que creía en la unión
nacional, como una muestra de que se puede convivir y crear en el debate
pacífico y de que la Nación sólo será tal
si asume la expresión de una comunidad de destino y una solidaridad
de intereses y de ideales. Coincidía con Ortega en aquello de que
si deseamos en serio la victoria de un país como Nación
debemos aunar fuerzas y como decía Renan: excluir toda exclusión.
Pudo precisar de mejor manera su pensamiento al señalar -en su
oportunidad-, que la 'Hora del pueblo' había exhibido la posibilidad
de que los argentinos mostrasen, sin prejuicios, en todo cuanto están
de acuerdo. De este modo se prestigia la democracia y se dan bases sólidas
de sustentación institucional, que es el principal de los fines
perseguidos. Por lógica reacción -decía Balbín-
los enemigos naturales pretendieron disminuir ese gesto político
atribuyéndole sentido de acuerdo, pacto y especulaciones electorales,
cuando lejos de ello la gestión constituyó un alto ejemplo
de independencia política, que prestigia a los partidos y destruye
los frentes negativos, Sobre este último punto cabe hacer constar
que, invariablemente, declaró su rechazo a los acuerdos y los frentes.
"Ningún partido debe renunciar a su personalidad y sin perder
su individualidad -aclaraba-, los representantes de los diversos sectores
en el Congreso de la Nación, podrían lograr la síntesis
de las coincidencias en los puntos vitales. La bandera de la unión
nacional, no es la de la aparcería política, sino la de
la convivencia democrática", señalaba Balbín,
para agregar "Esta política tiene por objetivo que los jóvenes
en el tiempo que tienen que vivir y que yo no viviré, puedan tener
un país, una civilización, un encuentro amable en la noble
dialéctica del debate discrepante y no la pelea absurda de todos
los días".
Estas preocupaciones de Balbín, lejos de ser exclusivas, interpretaban
el pensamiento y las inquietudes de los sectores más responsables
de la sociedad, tal el caso del Episcopado Argentino que, en su documento
último "Camino de Reconciliación', nos dice que "al
llamar a la reconciliación nacional está persuadido de que
no se trata sólo de lograr la conciliación de puntos de
vista divergentes en la organización política del país,
sino de curar una enemistad que se va adueñando del espíritu
de muchos argentinos. Esa enemistad se ha manifestado en forma creciente:
el distanciamiento entre sectores sociales y grupos políticos,
la inclinación a la exclusión del contrario, la proscripción
positiva del mismo, hasta llegar a su eliminación violenta".
Agrega luego: "La reconciliación de que hablamos no supone
la uniformidad de las inteligencias en enfocar con una misma opinión
todos los aspectos que hacen a la organización del país.
Además de imposible ello sería dañoso para la Nación".
Más adelante insiste en la necesidad de apaciguar los espíritus,
de deponer el odio y de acentuar el diálogo sincero y racional
como la única arma aceptable para la lucha política, que
más que a la derrota del contrario tienda a lograr la armonía
de pensamientos y voluntades .
Esta trascripción nos permite advertir su total coincidencia con
las ideas de Balbín, a favor de las cuales luchó los últimos
20 años de su actuación pública, desde la alta jerarquía
de presidente del Comité Nacional de la U. C .R .
Necesidad de una biografía
Desde que se produjera la desestabilización de las instituciones
que deben regir la vida política de la Nación, como consecuencia
del motín militar del año 1930, la presencia de Balbín
en el quehacer público nacional, ha sido extraordinariamente notable.
Los cargos partidarios que ocupó, su relativamente breve actuación
en el Parlamento, su histórica presidencia del bloque de los cuarenta
y cuatro, su encarcelamiento, sus candidaturas a gobernador y presidente,
son anécdotas y episodios de una larga y fecunda acción,
que están aguardando una biografía que haga justicia a una
de las figuras de más excepcionales relieves de la política
Argentina.
Es de lamentar que muchas de sus piezas oratorias se hayan perdido para
siempre, como también la asombrosa irradiación de su voz
grave y armoniosa, que él manejaba en el discurso con acentos,
pausas y afirmaciones que llevaban al desborde emocional.
Le había dado a su vida un estilo y un contenido esencial, donde
la conducta moral era norma permanente y el deber finalidad suprema.
Tuvo admiración por Alem, el soñador; devoción por
Yrigoyen el realizador, amistad limpia con Alvear y Pueyrredón,
coincidencias con Sabattini, cariño fraternal por Emir Mercader
y Crisólogo Larralde, alta consideración por Arturo lIIia
y su histórica gestión presidencial y lealtad para todos
cuantos lo acompañaron en su empeño de prestigiar la doctrina
de la UCR.
Podemos decir que cumplió con fidelidad el precepto Yrigoyeneano,
que manda ser radical en todo y hasta el fin .
Cuando le pidieron en uno de sus últimos reportajes, que hiciera
un balance de su vida, respondió con su natural sencillez: "Siempre
dije que si naciera de nuevo, haría exactamente lo mismo. Todo
lo que hice fue con convencimiento. Con frecuencia he pensado que cumplir
con el deber es fácil. Lo importante es saber dónde está
el deber. Hice las cosas con todo el amor y la fe que tuve y ese es mi
mayor bien".